Cuando faltan las ganas
- Gerardo Fernández San Emeterio
- 30 sept 2017
- 2 Min. de lectura
Dicen que soy persona animosa y que tiro para adelante con lo que sea. En la foto me tenéis dirigiendo en la Iglesia de San Juan Bautista de Pedraza el sábado pasado. La foto, estupenda es, como no, de mi "ahijado" Javi, pero no refleja la realidad: mientras dirigía ese concierto sólo tenía ganas de salir corriendo y no parar hasta Madrid.
Llegué a la dirección coral hace ya doce años, por casualidad, y la abordé con verdadero miedo al comienzo, tal vez de eso me queden los nervios con los que dicen que llego a los conciertos. Me preocupé de formarme y de informarme y puse al servicio de mis agrupaciones cuanto había aprendido sobre técnica y emisión vocal, para adecuarlo a la práctica coral, al trabajo conjunto y cooperativo, a sacar música de una panda de niños y adolescentes con mayor o menor motivación. Descubrí que me gustaba, que me gustaba mucho. Durante años, la mejor tarde de la semana era la del viernes: el ensayo del coro de la EMM "Federico Chueca", donde encontré a gente que para mí son hoy parte de mi familia.
Y, sin embargo, hace casi un año que no quiero dirigir, que los ensayos no me motivan en absoluto y que creo que debo parar. A ello ha ayudado, es cierto, la actitud de ciertas personas, que han manifestado un absoluto desprecio por cuanto pretendía enseñarles y han preferido esas interpretaciones mecanizadas, a golpe de grabación hecha de cualquier manera, repetición pura y dura en vez de música viva.
Como un virus, esa actitud me ha ido minando hasta hacerme sentir mal, muy mal, en ensayos y conciertos, hasta no querer ensayar con el coro que yo mismo fundé, por eso quiero parar.
Supongo que haré algo para Navidad: no concibo las fiestas sin un concierto, pero tengo que parar y pensar.
Amanecerá, es seguro.

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