"Maruxa": mi cuarto a espadas
- Gerardo Fernández San Emeterio
- 7 feb 2018
- 3 Min. de lectura
Llevo cinco días ya rabiando por escribir sobre "Maruxa" y nada es más fácil que un blog para ello, pero me gusta pensar lo que escribo, salvo esporádico calentón de boca. Por eso he tardado en hacerlo.
Por otra parte, dado que asistí a la representación como invitado, no quería hacer una crítica de la producción que se está dando en el Teatro de la Zarzuela.
Además, como durante la representación asistí a un vergonzoso pateo por parte de un grupo de ancianos que mejor harían en vigilar su tensión arterial que en berrear sobre lo que no saben, e incluso me acabé enfrentando a alguno de ellos, dada su evidente falta de educación (y de formación, que no es lo mismo, pero en este caso coincidía), guardo un recuerdo de todo aquello demasiado desagradable como para hablar de ello.
Finalmente, como siento una predilección especial por la ópera de Vives, no voy a hablar de la producción, sino de ella.
Toda esta exposición de motivos, para que se vea que sé dirigir trabajos de fin de grado.
Considero a "Maruxa" como una de las mejores óperas españolas, muy por encima de la decantada "Marina" y de zarzuelas con éxito internacional como "Luisa Fernanda". Si se hace tan poco es, aparte de por la burricie de muchos de nuestros gestores culturales (que ya tienen bastante con dejarse llamar "gestores"), porque precisa de cinco cantantes de primera, capaces de llevar la emoción al sonido y de articular un texto que, con algunos ripios, sigue siendo mejor que el de cualquier canción pop (por no hablar del rap, el reguetón y otras inmundicias que arriban a nuestras playas culturales cual chapapote que arrastra la mar (¡Huy, he dicho chapapote, perdón!).
Junto a esas cinco voces, hace falta una batuta que conozca a fondo el entramado orquestal que presenta Vives y lo ponga al servicio de la expresión de esos sentimientos, que sea capaz de pactar con los cantantes momentos de ritardando o accelerando, pausas, incluso algún rubatillo que otro. Nunca a la inversa.
En cuanto al argumento, denostado de oficio, como todos los de zarzuela, por esos elementos del mundo cultural que podemos englobar bajo el rótulo canario de "enteraos de la caja'l agua", no es estúpido, sino sencillo, y parte de la base de que los cuatro protagonistas son adolescentes, o casi, y reaccionan ante lo que les sucede como tales. Esto, en el entorno rural que ofrece el libreto, supone el contraste entre dos jóvenes pastores que no han salido nunca de la aldea y dos jóvenes señoritos que creen saberlo todo y no saben nada. De este modo, la ilusión, el cariño, el amor juvenil, el capricho, el desdén y la desesperación adquieren esos tintes exagerados que tan bien cuadran , por otra parte, al género operístico.
¿Qué puede hacer ante todo esto un director de escena? Pues muy poco, la verdad, pero ese poco es necesario: una adecuada dirección de actores (aunque sean cantantes) que evite el excesivo estatismo del primer acto, el mantenimiento de un tono escénico acorde con una música generalmente risueña y el respeto a una partitura , nada más, pero es que "Maruxa" no necesita más, y no gana porque se le echen encima otras cosas.
La simplicidad del argumento no obsta para que aparezcan en el diálogo elemento de actualidad que no podían pasar desapercibidos en la España de 1914 (fecha del estreno), ni tampoco deberían pasar desapercibidos hoy: el hecho de que la protagonista sea analfabeta ("Si no sé de letras, ¿qué dirán los garrapatos?") permite que la señorita Rosa escriba a Pablo lo que ella quiera, no lo que la pastora espeta. Del mismo modo, el extravío de la oveja favorita de Maruxa, y las quejas de la pastora por ello, se basan en el sentimiento, sin duda: conozco a muchos que las armarían más gordas y con peor armonía si se les perdiera el perro, pero tienen una connotación que hoy se nos escapa, pero que el público de entonces conocía y es que a los pastores se les descontaba del sueldo el ganado que perdía. No me cabe duda de que un director de escena cuidadoso con lo que se le ofrece buscará estos aspectos, y otros, para darle al espectáculo el brillo que merece, el que la obra tiene.
Nada más, el que tenga oídos para oír, que oiga. Sólo me queda invitar a los teatros, a los directores, a las orquestas, a los cantantes: montad "Maruxa", programadla, exportadla. Merece la pena.
Comments