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Entre ejercicios y canciones: cómo organizo mis clases o ¿qué sería de mí sin Vaccai?

  • Gerardo Fernández San Emeterio
  • 24 jun 2018
  • 3 Min. de lectura

Lo que os voy a contar es algo necesariamente parcial: cuando empecé a dar clases de canto no lo hacía como lo hago ahora y, probablemente, dentro de otros trece años tampoco lo haré igual. Entonces, ¿para qué contaros nada?, pues muy sencillo: porque después de escribir mi anterior entrada sobre las "Arie antiche", en la que criticaba una costumbre muy arraigada en la enseñanza del canto, pensé que era buena idea hacer otra sobre cómo pienso que se debe organizar el aprendizaje del canto. Obviamente, esto lo hago a pie de obra y sin perspectiva, pero tal vez os resulte de interés.

Y si no, lo decís, que no tengo nada en contra de la sana polémica.

Para empezar, intento que el alumno no sienta que está ante una tarea ingente, sino que avanza paso a paso en un camino largo, pero con numerosas etapas y puntos de descanso. Nada más fácil que aburrir al alumno con dos años de ejercicios respiratorios y vocalizaciones mecánicas (me pregunto si quienes defienden esto lo hicieron y si verdaderamente les sirvió para cantar): de nuevo "lo que se ha hecho siempre" y porque sí.

Muy al contrario, creo que hay que enseñar a cantar como a andar: acompañando un aprendizaje que sale de dentro y en el que el alumno es el protagonista. Como al niño que aprende a andar, no se le puede llevar siempre de la mano ni evitar que se caiga de vez en cuando.

En este punto es cuando más necesario es el profesor: tras o durante una mala clase, en una temporada de estancamiento, es cuando se hace necesario mantener el interés y las ganas de los alumnos. A ello me ayuda siempre el método publicado por Nicola Vaccai, no sólo por lo sistemático y comprensivo de sus lecciones sino porque me permite volver atrás en esos momentos difíciles y demostrar al alumno en cuestión lo que ha avanzado. Habitualmente, las lecciones iniciales, aparentemente sencillas, pero con numerosas dificultades ocultas, cuestan mucho a los aprendices y, pasado un tiempo, se dan cuenta de que son capaces de abordarlas con menos esfuerzo.

Junto a esto, el método Vaccai tiene para mí ventajas musicales e interpretativas: en primer lugar, fue compuesto por alguien con la doble faceta de compositor de óperas y profesor de canto, pero, dado que se destinaba al uso de aficionados, se mantenía en un nivel menos complejo que el de obras similares de Bordogni, Concone o Rossini. Además, en este método todo tiene texto, de modo que podemos desde casi el comienzo abordar una de las dificultades mayores de los cantantes líricos: la expresión/comprensión del texto.

En segundo, el método de Vaccai se diferencia de otros en su calidad musical. No en balde, el autor fue uno de los preferidos para cantar por María Malibrán y en sus piezas encontramos cercanía con el lenguaje operístico que va de Mozart a Verdi, aunque también nos sirve para trabajar aspectos de autores no italianos, como Schubert, Schumann o, incluso, Brahms.

Finalmente, la facilidad armónica de estas arietas me permite iniciar al alumno en el análisis armónico, fundamental para quienes afinamos de oído, como es el caso de los cantantes; especialmente los cantantes de coro. Sobre este aspecto me voy a extender en otra entrada, así que lo dejo aquí enunciado.

A pesar de todo lo dicho aquí, no limito el repertorio al Vaccai

, claro está: intercaladas, voy incluyendo piezas que complementen o apoyen lo aprendido con él. ¿En qué me baso para seleccionarlas? En primer lugar, en las características de la voz del alumno y en segundo, en hacerle cantar en su lengua materna y en las lenguas que más controle; en este sentido, creo necesario librarnos del viejo prejuicio hacia el inglés, lengua hoy sobradamente conocida y que cuenta con un repertorio de dificultad muy variada desde el siglo XVI hasta la actualidad.

Cierto que la preponderancia del inglés puede perjudicar al aprendizaje de otras lenguas, como el francés o el alemán, pero ahí reside la capacidad que convicción del "profe", no lo olvidemos.

Todo esto no puede llevarse a cabo, claro está, sin la colaboración del alumno: el alumnado caprichoso, que se resiste a confiar y que se mantiene dentro de sus limitaciones es un reto, pero puede llegar a cansar; a cansar mucho.

 
 
 

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​© 2016 por Gerardo Fernández San Emeterio. Fotos de JPradana y Ángel Castillo Perona.

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