Gundula Janowitz
- Gerardo Fernández San Emeterio
- 22 oct 2017
- 1 Min. de lectura
Tuve dos ocasiones de ver en directo a Gundula Janowitz, las dos en Madrid y las dos en recital, y en ambas me cautivó su capacidad para llevar la emoción al sonido sin olvidarse ni por un momento del texto. Recuerdo unos "Wesendonk-Lieder" en el primer Ciclo de Lied verdaderamente descomunales, a pesar de que su voz ya se resentía por la edada, y un "Befreit" de Richard Strauss, en el Auditorio Nacional, que cantó sin mover ni una mano, pero manteniendo en todo momento a la sala en vilo. Recuerdo bien el suspiro de la sala que precedió al aplauso.
Frente a ello, me acuerdo también de cómo actuó en "Im Grünen" de Schubert contagiada sin duda del espíritu campestre de la pieza, y la gracia con la que nos despidió con la "Nana" de Brahms, para cerrar la tapa del piano, siempre sonriente, ante los insistentes aplausos.
Aquí os la traigo en la cavatina de la Condesa, en el segundo acto de "Las bodas de Fígaro". Como en los recitales, su gesto es sobrio, reducido al mínimo casi, todo él al servicio de la expresión.
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