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Prejuicios, estereotipos y Bidú Sayâo

  • Gerardo Fernández San Emeterio
  • 4 nov 2017
  • 2 Min. de lectura

Hace ya bastantes años, en un cuestionario que le dirigió el diario "El País", la soprano Montserrat Caballé contestó, al referirse a las grandes sopranos del siglo XX, "Callas, Tebaldi y Sutherland, el resto fueron unas aficionadas".

Hay veces que los grandes lo son hasta en sus caídas, pues ésta de Caballé lo fue, sin duda; entre otras cosas porque no dejaba claro si entraba ella misma en esa categoría de "aficionadas" que tan generosamente distribuía...

Verdaderamente, más allá de la suerte de zapatazo de Kruchev belcantista de la soprano catalana, la difusión de los medios de grabación tiene una cara mala, muy mala a veces, que es esta creación de unos no sé si llamar estereotipos o estándares (me niego a llamarlo "cánones", eso es, según se mire, cosa de curas o de coros) que han provocado una selección a todas luces empobrecedora: se busca la versión que el primo de un amigo que sabe de esto mucho nos ha dicho que es la mejor porque se oye cómo cruje la tarima del Mozarteum, o cómo rebuzna un borrico en la "Cavalleria" del 58 en La Scala, o cualquier cosa que tenga poco o nada que ver con la música y el canto. Se produce, por lo tanto, una selección vicaria que conlleva un aprendizaje vicario también, y así no hay manera.

Antes de esta avalancha de grabaciones, incluso con ella, durante años se disfrutó mucho con la música que eran capaces de hacer los cantantes locales, con frecuencia de una calidad equiparable, dígase lo que se quiera, a la de las grandes estrellas, al menos en lo que a capacidad de comunicación y emoción se refiere. De otro modo, ninguna de las óperas del gran repertorio del XIX hubieran rebasado el límite del teatro en que se estrenaron, dirigidas o supervisadas por el compositor y cantadas, a menudo, por los propios dedicatarios de la obra.

Muy al contrario, "Don GIovanni", "Rigoletto", "La traviata", "Faust", "Der Freichütz", "La bohéme" y tantas otras recorrieron el mundo en la voz de cantantes desconocidos, pero más que capaces de sacarle a esas obras maestras cuanto tenían dentro.

De ésas hemos leído y oído contar, pero también tenemos, en la cara buena de esos esos mismos medios de reproducción y difusión sonora, un buen número de sopranos del siglo XX que superan con creces la media y que en absoluto merecen el calificativo de "aficionadas". De entre estas "perjudicaditas" me he fijado hoy en Bidú Sayâo (1902-1999), soprano brasileña que contaba no sólo con una voz bellísima y una técnica depurada, sino con esa capacidad que no sé de dónde se aprende para adecuar su emisión no sólo al estilo (no suena igual en Donizetti que en Puccini), sino al acompañamiento orquestal o pianístico.

Además de todo eso, Bidú Sayâo era lo que diríamos "mu salá" y eso se nota también cuando canta. Por eso os he seleccionado su interpretación televisiva de "La violetera", de Padilla. Sí, en aquellos tiempos, las sopranos del Met iban a la tele, ¡qué cosas!

 
 
 

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​© 2016 por Gerardo Fernández San Emeterio. Fotos de JPradana y Ángel Castillo Perona.

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